En este juego de lo aparente, compartir con ustedes esto, como si fuera una entrada de diario. Cuando no haces lo que quieres —eso que te invita desde dentro— por evitar un potencial escenario de miedo (a perder, a desaparecer…), lo que resulta es no haber hecho lo que quieres, y seguir con el miedo. Ya estás en tu peor escenario.
Este año que ha pasado, ha sido un máster sobre el miedo, y la ilusión de que uno puede perder algo, si es que lo ha tenido alguna vez. La apertura a perderlo todo, cosa que en lo aparente es inevitable, es libertad. Y se hace evidente el sinsentido de no seguir el pulso interno más allá del resultado. He visto que el gozo es seguir ese pulso natural, ese movimiento de amor, solo por seguirlo, independientemente de lo que suceda con eso, de hecho es irrelevante lo que suceda con eso. ¿Acaso el fin del deseo es que se cumpla? ¿O es simplemente moverte? ¿O nada de eso? Entendiendo por “que se cumpla” el cumplirse la expectativa. En mi experiencia, el gozo está en la naturalidad del movimiento, en ser movido por la “verdad” de ahora, no en lo que deriva de eso concretamente. Y esto último, es imaginación en el momento del pulso. Y “luego”, el movimiento ya es otro, naturalmente. Parece ser que la vida no es para ganar, conservar, perder… la vida es para vivir. La vida se vive a sí misma, naturalmente. La vida es completa. Y si la percepción es que no haces lo que quieres por miedo, también está bien, porque ya estás siendo todo lo que eres, naturalmente.
